Desde
la aparición de mi libro “Lingua Comoediae Chilensis” (Ed. du Relief.
Paris, 2009), no he parado de encontrar más ejemplos del fenómeno que
allí expuse: la progresiva e indolora perversión de la lengua con el fin
de usarla para camuflar la realidad por una parte, y convertirla en un
instrumento destinado a domesticar a la población por otra. Esa realidad
me saltó a la cara apenas puse un pie en Chile después de 17 años de
exilio: gracias a una cierta cobardía política no había dictador ni
tortura, sino un “capitán general” y curiosos “apremios ilegítimos”.
Yo
soy buen público, y en mi juventud me había impresionado el Manifiesto
Liminar de Córdoba (1918), en el que los estudiantes argentinos habían
puesto la barra muy alto al declarar:“Hemos resuelto llamar a todas las
cosas por el nombre que tienen. (...) Desde hoy contamos para el país
una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que nos quedan son
las libertades que nos faltan”.
Años
más tarde y lecturas mediante, supe que – cinco siglos antes de nuestra
era – Confucio había escrito: "Si las denominaciones no son correctas,
los discursos no son conformes a la realidad, y si los discursos no son
conformes a la realidad, las acciones emprendidas no alcanzan su
objetivo".
Aportándole
aguas a mi molino, un par de periodistas franceses escribió hace muy
poco: “El camuflaje se impuso como un lenguaje. La corrupción del
francés, metódicamente organizada, ha secado el vocabulario. Los
sustantivos son desviados de su sentido. Los verbos devienen coartadas
engañosas. Los adjetivos son estafadores. Hasta el estilo está
adulterado”.
Entre
los atentados recientes al idioma, a los significantes y a los
significados, está la “gobernanza”. Una estructura electa, cuya función
es la de ejercer un poder delegado transitoriamente por los ciudadanos,
es un gobierno. Una estructura designada a dedo, sin ninguna legitimidad
democrática, practica la “gobernanza”. En el FMI, por ejemplo, hay
“gobernanza”. Así como en los bancos centrales, en la OMC, en la OCDE, o
en la Comisión Europea. Y en los directorios de las grandes empresas.
Cada vez que aparecen a la luz pública los desastres causados por estas
augustas instituciones, se oye el cacareo de los “expertos” llamando a
“mejorar la gobernanza”. Lo que quiere decir que hay que ponerle ojo a
los incompetentes designados para mangonear en ellas.
El
FMI es un caso emblemático. El ex Director-gerente Rodrigo Rato está
siendo procesado por hundir Bankia, gran banco español que, bajo su
eminente dirección, perdió decenas de miles de millones de euros. Su
sucesor, el ex Director-gerente Dominique Strauss-Kahn, está siendo
procesado por proxenetismo agravado en banda organizada, después de
haber arreglado con algunos millones de dólares la violación de una
camarera de un hotel de New York. Su sucesora, la actual
Directora-gerente Christine Lagarde, sufrió el allanamiento de su
apartamento en París, y está siendo procesada por ocultamiento de
pruebas, uso de documentos falsos y malversación de fondos públicos. Se
ve que hay que “mejorar la gobernanza”.
Otro
atentado al idioma, y en una de esas a la palabra bíblica, tiene que
ver con el arrepentimiento, que en otros idiomas recibe la forma algo
bárbara de “repentance” que la acerca, no sólo fonéticamente, a eso de
la “gobernanza”.
Los
sitios bíblicos dicen que, contrariamente a la idea común, el
arrepentimiento no significa alejarse del pecado, sino un cambio de
opinión que trae consigo un cambio de comportamiento.
Arrepentirse
es cambiar de opinión en relación a Jesucristo. El día de Pentecostés,
Pedro concluye su discurso llamando al arrepentimiento, y exhorta a
aquellos que rechazaron a Jesús (Actos 2:36) a cambiar de opinión y a
reconocerlo verdaderamente como “Señor y Cristo”, que viene a ser el
cambio de comportamiento.
Interpretación
algo lejana de la que asimila el arrepentimiento a golpearse el pecho
por una falta cometida, pidiendo perdón. En buen chileno… “perdone la
muerte del niño…” y santas pascuas. Pero… ¿Quid del cambio de
comportamiento?
Cuando
Michelle Bachelet se arrepiente de haber usado la Ley anti-terrorista
contra los mapuche, y Francisco Vidal de haber apoyado la ley que hizo
posible las sociedades anónimas en el futbol… ¿qué tipo de
arrepentimiento invocan?
Todo
indica que quisieran ser perdonados sin haber reconocido sus faltas,
sin haber cambiado de opinión, y sin cambiar de comportamiento. Los
temas sobran: Educación, Salud, Constitución, mar privatizado,
destrucción del medio ambiente, concentración de la riqueza, asesinato
de mapuches, AFPs, privatización del cobre, etc. ¿En cual de ellos estos
perjuros han cambiado de comportamiento?
Si
el arrepentimiento cristiano “es el primer paso del ser humano hacia
Dios, con el fin de establecer entre Él y sus criaturas una verdadera
relación espiritual, una real comunión, indispensable a la salvación y a
la vida eterna”, el arrepentimiento Bacheletiano - Vidalesco sólo
apunta a montarse una vez más en la teta.
Es
el tipo de arrepentimiento que la historia le adjudica a Henri IV, que
se convirtió al catolicismo para acceder al trono de Francia. Henri IV
habría dicho: “París bien vale una misa”.
Para Bachelet, Vidal y la Concertación, La Moneda bien vale algunos golpecitos en el pecho.
LUIS CASADO
©2013
Politika | diarioelect.politika@gmail.com
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