SEGUNDA ÉPOCA

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domingo, 21 de abril de 2013

Golpecitos en el pecho - Escribe Luis Casado

Desde la aparición de mi libro “Lingua Comoediae Chilensis” (Ed. du Relief. Paris, 2009), no he parado de encontrar más ejemplos del fenómeno que allí expuse: la progresiva e indolora perversión de la lengua con el fin de usarla para camuflar la realidad por una parte, y convertirla en un instrumento destinado a domesticar a la población por otra. Esa realidad me saltó a la cara apenas puse un pie en Chile después de 17 años de exilio: gracias a una cierta cobardía política no había dictador ni tortura, sino un “capitán general” y curiosos “apremios ilegítimos”.
Yo soy buen público, y en mi juventud me había impresionado el Manifiesto Liminar de Córdoba (1918), en el que los estudiantes argentinos habían puesto la barra muy alto al declarar:“Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. (...) Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”.
Años más tarde y lecturas mediante, supe que – cinco siglos antes de nuestra era – Confucio había escrito: "Si las denominaciones no son correctas, los discursos no son conformes a la realidad, y si los discursos no son conformes a la realidad, las acciones emprendidas no alcanzan su objetivo".
Aportándole aguas a mi molino, un par de periodistas franceses escribió hace muy poco: “El camuflaje se impuso como un lenguaje. La corrupción del francés, metódicamente organizada, ha secado el vocabulario. Los sustantivos son desviados de su sentido. Los verbos devienen coartadas engañosas. Los adjetivos son estafadores. Hasta el estilo está adulterado”.
Entre los atentados recientes al idioma, a los significantes y a los significados, está la “gobernanza”. Una estructura electa, cuya función es la de ejercer un poder delegado transitoriamente por los ciudadanos, es un gobierno. Una estructura designada a dedo, sin ninguna legitimidad democrática, practica la “gobernanza”. En el FMI, por ejemplo, hay “gobernanza”. Así como en los bancos centrales, en la OMC, en la OCDE, o en la Comisión Europea. Y en los directorios de las grandes empresas. Cada vez que aparecen a la luz pública los desastres causados por estas augustas instituciones, se oye el cacareo de los “expertos” llamando a “mejorar la gobernanza”. Lo que quiere decir que hay que ponerle ojo a los incompetentes designados para mangonear en ellas.
El FMI es un caso emblemático. El ex Director-gerente Rodrigo Rato está siendo procesado por hundir Bankia, gran banco español que, bajo su eminente dirección, perdió decenas de miles de millones de euros. Su sucesor, el ex Director-gerente Dominique Strauss-Kahn, está siendo procesado por proxenetismo agravado en banda organizada, después de haber arreglado con algunos millones de dólares la violación de una camarera de un hotel de New York. Su sucesora, la actual Directora-gerente Christine Lagarde, sufrió el allanamiento de su apartamento en París, y está siendo procesada por ocultamiento de pruebas, uso de documentos falsos y malversación de fondos públicos. Se ve que hay que “mejorar la gobernanza”.
Otro atentado al idioma, y en una de esas a la palabra bíblica, tiene que ver con el arrepentimiento, que en otros idiomas recibe la forma algo bárbara de “repentance” que la acerca, no sólo fonéticamente, a eso de la “gobernanza”.
Los sitios bíblicos dicen que, contrariamente a la idea común, el arrepentimiento no significa alejarse del pecado, sino un cambio de opinión que trae consigo un cambio de comportamiento.
Arrepentirse es cambiar de opinión en relación a Jesucristo. El día de Pentecostés, Pedro concluye su discurso llamando al arrepentimiento, y exhorta a aquellos que rechazaron a Jesús (Actos 2:36) a cambiar de opinión y a reconocerlo verdaderamente como “Señor y Cristo”, que viene a ser el cambio de comportamiento.
Interpretación algo lejana de la que asimila el arrepentimiento a golpearse el pecho por una falta cometida, pidiendo perdón. En buen chileno… “perdone la muerte del niño…” y santas pascuas. Pero… ¿Quid del cambio de comportamiento?
Cuando Michelle Bachelet se arrepiente de haber usado la Ley anti-terrorista contra los mapuche, y Francisco Vidal de haber apoyado la ley que hizo posible las sociedades anónimas en el futbol… ¿qué tipo de arrepentimiento invocan?
Todo indica que quisieran ser perdonados sin haber reconocido sus faltas, sin haber cambiado de opinión, y sin cambiar de comportamiento. Los temas sobran: Educación, Salud, Constitución, mar privatizado, destrucción del medio ambiente, concentración de la riqueza, asesinato de mapuches, AFPs, privatización del cobre, etc. ¿En cual de ellos estos perjuros han cambiado de comportamiento?
Si el arrepentimiento cristiano “es el primer paso del ser humano hacia Dios, con el fin de establecer entre Él y sus criaturas una verdadera relación espiritual, una real comunión, indispensable a la salvación y a la vida eterna”, el arrepentimiento Bacheletiano - Vidalesco sólo apunta a montarse una vez más en la teta.
Es el tipo de arrepentimiento que la historia le adjudica a Henri IV, que se convirtió al catolicismo para acceder al trono de Francia. Henri IV habría dicho: “París bien vale una misa”.
Para Bachelet, Vidal y la Concertación, La Moneda bien vale algunos golpecitos en el pecho.
LUIS CASADO

 

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