SEGUNDA ÉPOCA

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miércoles, 29 de mayo de 2013

La gobernabilidad política en un escenario de cambio social

La ampliación de la coalición opositora y el agotamiento final de la Concertación, después del 2010 y el surgimiento gradual de una nueva mayoría social y política, abre el debate y la reflexión política en torno a la cuestión de la gobernabilidad y la gradualidad de los cambios en un escenario de movilización y cambio social.

El contexto general de la actual fase de desarrollo de nuestra sociedad, es el de una situación dinámica de creciente movilización ciudadana y de crítica cada vez más profunda al "modelo", es decir al sistema de dominación neoliberal. Hay una toma de conciencia (individual y sobre todo colectiva) en el sentido que los abusos de que son víctimas los más diversos sectores y territorios de la nación son el producto de un sistema de dominación socio-económico y político-institucional desigual, inequitativo, injusto.   

UN PAIS QUE CAMBIA ACELERADAMENTE

Es un hecho objetivo, comprobable, que cada vez más chilenos y chilenas perciben y comprenden que los abusos, atropellos e injusticias que viven a diario cotidianamente, se explican y encuentran su causa en una estructura económica, política, social y comunicacional que funciona precisamente sobre la base del abuso, y lo que es peor, del abuso lucrativo.  

Es una toma de conciencia cívica y social gradual, progresiva.

Y si esta sensación de molestia, de indignación y de hartazgo se traslada al plano de la calle y de los movimientos sociales que hemos presenciado crecientemente desde el 2006 y sobre todo desde el 2010 en adelante, asistimos a un nuevo clima social que se alimenta, además y sobre todo, por la irrupción gradual y masiva de las TICs y de las redes sociales que amplifican los procesos, las retóricas y los movimientos.

La cuestión de la gobernabilidad del sistema político entra aquí a través de dos preguntas posibles: la primera, ¿tiene el actual sistema político los mecanismos suficientes y adecuados para procesar las demandas sociales y el cambio estructural que demanda la ciudadanía? y la segunda interrogante: ¿y qué sucede cuando un sistema político e institucional no tiene sus propios cauces eficaces para procesar demandas y conflictos?   

El modo de ejercicio del poder del gobierno de la derecha con Piñera nos permite responder parcialmente ambas preguntas: si la solución a las demandas sociales (estudiantes, ambientalistas, mineros del cobre, Freirina, Calama, Aysén, Magallanes, ahora Quellón y Chiloé) es la criminalización y la represión, entonces no estamos procesando las demandas ni resolviendo los problemas que originan esas protestas, sino que los estamos posponiendo y prorrogando para el futuro, porque al día siguiente que se disipen los gases lacrimógenos de la atmósfera, las necesidades y urgencias en materia de salud, de educación, de remuneraciones, de condiciones laborales, de abusos de todo tipo, seguirán exactamente iguales.

No se trata de culpar a los manifestantes, se trata de preguntarnos cuáles son los hechos, las realidades que originan esas manifestaciones.

EL PARTIDO COMUNISTA Y LA DEMOCRACIA CRISTIANA EN EL NUEVO CUADRO POLÍTICO.

Cuando trasladamos estos razonamientos al escenario político actual, entendemos y nos permite analizar el impacto que tiene la incorporación del Partido Comunista a la campaña a primarias presidenciales de Michelle Bachelet, un giro estratégico que pone en tensión (incluso artificialmente) al PC y al PDC, los dos últimos partidos ideológicos del escenario político chileno.    

Porque permite proyectar la búsqueda y la construcción unitaria de una nueva mayoría social y política mediante el protagonismo de corrientes y actores políticos que tienen diferencias ideológicas, pero que en la realidad social, gremial, sindical, vecinal y territorial trabajan y han trabajado unidos, coordinados e integrados dentro de un mismo esfuerzo por superar la desigualdad, el abuso y las injusticias de las que el pueblo chileno es víctima.

No se trata que comunistas y demócrata cristianos "escondan bajo la alfombra" sus diferencias ideológicas y sus distintas visiones valóricas y filosóficas, sino que reconozcamos que la realidad chilena -mucho más potente que todos los diseños ideológicos- tiene particularidades que escapan a los cánones de modelos extranjeros, de tantos Vaticanos y Moscúes obsoletos.

La DC sigue siendo el eje del centro político junto a los radicales y necesita tener la certeza de la gobernabilidad y que el país no avanza hacia ninguna aventura, y los comunistas entienden que si no se avanza en los cambios estructurales (con un sentido amplio de proyección de futuro) en el corto y mediano plazo, en ese mediano plazo las condiciones de gobernabilidad social y política van a seguir cambiando. La gobernabilidad la otorga la capacidad del gobierno y del Estado para ensanchar las posibilidades de recoger las demandas ciudadanas y de traducirlas en políticas públicas.

  El problema central de la gobernabilidad en el Chile de hoy es la construcción de una poderosa corriente de cambios, de una mayoría social y política que garantice precisamente la gobernabilidad necesaria para que se hagan los cambios estructurales que las mayorías ciudadanas reclaman.

La gobernabilidad es un asunto ciudadano y por eso es un cuestión política.  Porque los sistemas políticos no se gobiernan a contrapelo de las mayorías ciudadanas. ¿Qué problema de gobernabilidad podría existir si abrimos las compuertas de la participación ciudadana en una democracia que se perfecciona?

EN CHILE TENEMOS UN PROBLEMA DE DERECHOS HUMANOS

La cuestión podría analizarse también desde el punto de vista de los derechos humanos.  

Cuando socialistas, demócratacristianos, radicales, comunistas y miristas luchaban codo a codo en sus territorios contra la dictadura militar de Pinochet, y parafraseando la legendaria frase de los años sesenta, no se preguntaban primero si estaban de acuerdo en si existía o no el cielo, sino en qué podían hacer juntos para terminar con aquel infierno.   

Ahora, los tiempos han cambiado profundamente: no estamos ni en el 3 de septiembre de 1970, ni en el 10 de septiembre de 1973; la guerra fría fue terminada y el capitalismo triunfante está llevando a la humanidad y a nuestras sociedades, hacia niveles cada vez más inaceptables de lucro abusivo y de abuso lucrativo, de explotación humana y de depredación ambiental, de injusticia y de desigualdad social.

Mientras una minoría recibe y se apropia de más del 70% de la riqueza nacional y el resto de la "inmensa mayoría" de los chilenos sobreviven como clase media disfrazada y como pobres disfrazados, entonces sí tenemos en Chile un serio problema de derechos humanos conculcados. 

Si hay un problema de derechos humanos que enfrenta Chile hoy es el problema de la aberrante desigualdad estructural de los ingresos, del abuso masivo y sistemático contra los trabajadores y contra los derechos de los trabajadores, de la represión casi generalizada con las comunidades mapuche, con la vergonzosa miseria a que el sistema de AFP condena a trabajadores y jubilados, del lucro insolente con la salud, con la educación y con la previsión social.

En Chile hoy se avanza en satisfacer los derechos humanos de segunda y de tercera generación, mientras los derechos humanos de primera generación parecen resueltos, pero se ponen nuevamente en cuestión cada vez que la fuerza policial agrede, secuestra, reprime, balinea, gasea y apalea estudiantes de liceos y de universidades, por orden directa del gobierno de turno.

Y los comunistas y los demócratacristianos y todos los progresistas son sensibles a estas numerosas pruebas de que los derechos humanos requieren ser repensados en Chile a la luz de la historia reciente y de los hechos presentes.


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