Otro once., que a
pesar de lo que digan, para muchos de nosotros, sigue siendo un día inexplicable, que no se parece a
ningún otro, diría que ese día no es un día, fue otra cosa, fue una pausa en el tiempo, un vacío, tal vez un
segundo en la historia de la humanidad, pero un segundo en donde algunos
decretaron que toda la miseria humana debía salir a las calles y recorrer los
campos, el mar y el desierto. Y desde ese momento todo cambió.
Esa pausa en el
tiempo, marcó los días que estaban por venir y que llegaron cada uno,
inevitablemente, portando una tras otras las malas noticias.
Así día tras día, para
mí el siguiente fue un día de octubre.
Un día de octubre
se consumió con una mala noticia, mi padre había sido detenido, sacado desde su
trabajo, después supimos que fue conducido al regimiento Cochrane y luego a
isla Dawson.
Desde ese
octubre y en adelante, supe de lo que es
capaz una mujer por sus hijos.
Supe de lo que es
capaz una mujer por sus nietos.
Así mi madre y mi
abuela construyeron sobre el dolor, la
incertidumbre y la sin razón, días y noches seguras, días de risa y esperanza,
de pan, de modestas recetas caseras, de mentiras blancas, porque los niños no
deben sufrir.
Ellas junto a otras
como ellas, pidieron explicaciones, exigieron tener noticias, enviaron cartas y
encomiendas, algunas nunca llegaron, les mintieron, sufrieron el acoso y la
insolencia de los soldados de la patria, pero al final del día para mí y mis
hermanas siempre había una sonrisa.
También a veces sin
quererlo yo, ni ellas, sorprendí una lágrima
haciendo su trabajo y enseguida una explicación cargada de inocencia, de
amor, porque ellas no querían vernos tristes. No debíamos aprender a odiar a
nadie.
Creo que si algo
tenían claro mi madre y mi abuela, era precisamente que la pesadilla tarde o
temprano pasaría y que solo podían criarnos para que un día ayudemos a
construir un mundo mejor y para eso a
veces también habían explicaciones, consejos,
pero por sobre todo una permanente protección que evitara una suerte de
contaminación, provocada por tanta irracionalidad disponible en el
ambiente.
Sin duda lo
hicieron bien, como tantas otras mujeres lo hicieron.
Por eso es que el
dolor que causó toda la miseria humana desatada contra mujeres y hombres
simples como semillas, germinará
primavera tras primavera, siempre en septiembre, para exigir justicia por los
que ya no están y para que jamás olvidemos que hubo muchos y muchas que dieron
lo mejor de sí, convencidos de que la vida sigue y que siempre, siempre, vale
la pena luchar. Luchar por la paz, por un mundo más justo, por el derecho a no
estar de acuerdo, luchar por el amor, luchar por la vida.
Dalivor
Eterovic Díaz. Dirigente
Sindical. Candidato a Consejero
Regional por Magallanes.
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