En Concepción el 31 de marzo del año 2001 nos reunimos un
grupo numeroso de egresados de la Universidad de Concepción. La convocatoria
estaba dedicada a recordar los 25 años del desaparecimiento en una calle de Santiago de uno de los nuestros,
quizás el mejor, Carlos Contreras Maluje.
Los Contreras Maluje en Concepción respondían a toda una
tradición familiar. Don Luis Egidio Contreras
era un miembro destacado del foro penquista. En una región industrial con mucha
mano obra empleada en actividades como el carbón, acero y pesca; su dedicación al derecho del trabajo, lo habían
convertido en el defensor predilecto de los sindicatos por sus
demandas.
La doctora Maria
Maluje, química farmacéutica,
había abierto en la calle Tucapel una
farmacia bautizada por la gente como “La Maluje”; su especialidad en años de carencias farmacéuticas, era la fabricación
de pócimas y medicamentos
entregados en obleas que se
disolvían rápidamente, trayendo alivio a
los afligidos enfermos. Al lugar,
llegaban doloridos de toda la
ciudad y del campo. Era un espectáculo el accionar de esta
aliviadora de hablar fuerte y veredictos
inapelables. No había privado y todos participaban de las dolencias de los
demás, formados en una disciplinada fila.Luego de un brillante bachillerato, Carlos Contreras, ingresó a estudiar Química y Farmacia. Siendo estudiante de una de las carreras de mayor exigencia en la Universidad, optó en forma paralela por estudiar Licenciatura en Física. En los días cercanos a 1973, por su destacada participación como dirigente universitario, había sido elegido, a los 25 años, regidor del municipio penquista, en representación de la Unidad Popular.
Después del Golpe, la furia se desató contra su familia y el apresar a Carlos fue objetivo de los organismos de seguridad. Podría haberse ido al exilio, pero pidió un lugar en la lucha por recuperar la democracia. Conoceríamos de su destino un día de verano del año 1976, cuando llevado por sus captores en Santiago, se lanzó a las ruedas de una de las antiguas micros. Malherido y ante estupor de sus aprehensores, gritó a quien le quisiera escuchar, ¡Soy Carlos Contreras Maluje y la Dina me está torturando, llamen a la Farmacia Maluje de Concepción!
Durante toda esa tarde el teléfono de la Farmacia materna no
dejó de sonar. Dicen que aquella mujer de rápidos y certeros diagnósticos ese
día se quebró y sollozó pidiendo remedio para ese dolor del alma. A los pocos
días, el país supo que se aceptaba por la Suprema el primer recurso de amparo.
Se ordenaba entregar noticias de Carlos.
Pero el timorato reaccionar de los jueces no logró salvar a Contreras
Maluje.
RAMON ARRIAGADA
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