Lamentablemente la larga noche que viven los trabajadores
chilenos respecto de la imposibilidad de contar con una legislación laboral
apropiada que ponga al trabajador en igualdad de condiciones con el empleador
para simplemente poder dialogar o negociar ante eventuales falencias laborales,
salariales o de otro índole, han dado paso a generaciones de trabajadores y
trabajadoras que sin saberlo han asumido como propias las estrategias y
argumentos utilizados por los empleadores, sean estos privados o públicos, como
es el caso del estado chileno.
Con esto quiero plantear que aun cuando seamos todos
trabajadores y tengamos todos los mismos problemas y deficiencias en lo
laboral, que se traducen en bajas remuneraciones, extensas jornadas, no pago de
horas extraordinarias, malas condiciones de trabajo, imposiciones impagas,
acoso laboral y sexual, entre otras malas prácticas. A la hora de hacer la
lectura correcta respecto de un determinado conflicto laboral, en general,
tendemos a justificar la versión oficial entregada por el empleador y a
ponernos en contra de aquellos trabajadores que valientemente luchan por sus
derechos.
No es raro escuchar que las negociaciones colectivas de los
trabajadores de Codelco son una frescura, por los altos montos obtenidos o
porque no se comparan con otros salarios. Sin embargo no reparamos en que la
riqueza que estos trabajadores generan al país es infinitamente superior a lo que ellos piden y
que los recursos que empresas transnacionales se llevan del país, también
superan en miles de veces lo que estas empresas pagan al trabajador chileno.
Lo propio ocurre cuando los funcionarios públicos, cansados de participar en mesas de
negociación y compromisos que no se cumplen, deciden valientemente paralizar
sus labores, arriesgando inclusive el perder su fuente laboral.
Es en el momento en que un servicio como el Registro Civil
paraliza, cuando la comunidad repara en la importancia de su labor, antes de
eso son objeto de permanentes ataques gratuitos, que reparan en conceptos tales
como la flojera, la incompetencia, la mala voluntad, el que ganen mucho dinero
por no hacer nada y una serie de epítetos más.
A esto se suma el hecho de que muy pocos ciudadanos son
capaces de sentirse representados por quienes luchan y no ven en estas demandas
las propias.
Es más fácil comprara el discurso oficial y la campaña
publicitaria de los medios de comunicación que lejos de informar sobre el fondo
del conflicto y sus reales causas y responsables, lo que hacen es destacar el
malestar ciudadano de usuarios molestos, que sólo pueden pensar en su problema
personal y son incapaces de entender que lo que motiva la movilización es el
mismo abuso del que son víctima todos los días los propios afectados por el
paro.
Lamentablemente hoy conviven al menos dos generaciones de
trabajadores y trabajadoras en nuestro país que sólo saben de represión,
amenazas y abuso, al punto de creer que es natural trabajar mucho y ganar poco,
que es natural ser trabajador y ser pobre a la vez, que natural, tener
remuneraciones bajas y estar endeudado, que es natural tener que pagar altas
sumas de dinero por nacer, por educarse, por enfermarse y hasta por morir.
Esta sociedad chilena moldeada así por décadas, por los
mismos que dicen que no hay que hablar de política y que el sindicalismo es
malo, se encuentra hoy presa de su propia incapacidad para entender que la vida
puede y debe ser distinta. Aun así, hoy es posible apreciar un saludable
despertar del movimiento sindical, que durante 2013 ha superado largamente los
registros históricos, en lo que se refiere a demandas y conflictos
laborales.
Sólo resta saludar fraternalmente a quienes entienden que los trabajadores
deben luchar por sus derechos, que nada se les regala y que no hay causa más
noble que la causa de la lucha por la dignidad de los y las trabajadoras,
fuente principal de todo desarrollo humano.
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