SEGUNDA ÉPOCA

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martes, 20 de agosto de 2013

Con las manos limpias

Una de las demandas más profundas del movimiento social y ciudadano en Chile hoy es por la transparencia y la probidad en la función publica.  Se hace urgente reconocer que los ciudadanos aceptan cada vez menos y rechazan con particular agudeza, en contra de quienes se desempeñan en la actividad pública y política y que se aprovechan de dicho rol para aprovechamiento y lucro individual.

Uno de los objetivos fundamentales de la contraloría ciudadana y de una ciudadanía vigilante y crítica es precisamente, frenar las corruptelas que puedan existir en la actividad pública y política.  De hecho, como es sabido, la palabra "candidato", viene de cándido, blanco, es decir, expresa precisamente esa condición que debe caracterizar al postulante a un cargo público en la política de hoy: la transparencia y la probidad.   La probidad es la honradez puesta a prueba y la gente hoy es particularmente sensible en esta delicada materia, porque en esos escasos casos de políticos cercanos con la corrupción es donde está la causa del desprestigio de la actividad política: por un ladrón o asaltante, de la conciencia pública, pagan todos los demás políticos que se precian de hacer un servicio público por vocación y por principios y valores.

Y cuando el rumor público hace demasiado ruido, es que el río de la probidad trae piedras.

Naturalmente también como en el caso bíblico, arriesgamos que por quedarnos con la sentencia aquella de que "el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra", y entonces terminamos escondiendo bajo la alfombra las basuras que algún día alguien sacudirá en público.

Cada día vemos en los medios de comunicación y en las redes sociales denuncias acerca de casos en los que determinados políticos son acusados, cuando no inculpados por alguna acción dolosa.    Hace pocos días atrás un ex alto dirigente nacional del PPD, que había sido condenado en los tribunales de justicia por un bullado caso de coimas en los años noventa, fue objeto de una severa crítica pública cuando intentó un candidatura a diputado, hasta el punto que hubo de renunciar a dicha postulación.  Como parte de una ciudadanía activa, crítica y vigilante, hay que revisar muy minuciosamente en el curriculum de cada candidato para asegurarse que no haya en su trayectoria casos y situaciones poco claras con la justicia o con la necesaria probidad en los asuntos públicos o con determinados conflictos de intereses.

Necesitamos urgentemente políticos meritorios y con las manos limpias, es decir, ciudadanos comprometidos con el interés público y el bien de la sociedad, coherentes y consecuentes en los hechos, pero que no tengan en sus antecedentes, delitos o enredos con la justicia, aunque finalmente el inculpado haya tenido que recurrir a un acuerdo reparatorio o cumplido la pena respectiva.

Es sano para la política, para la nación y para la ciudadanía, que nos acostumbremos a  escudriñar en los antecedentes, historial y biografía de quienes son y serán nuestros representantes públicos, para que nos ahorremos la verguenza de que los delitos e irregularidades se conozcan después de las elecciones.

Transparencia y probidad van de la mano.

Manuel Luis Rodríguez U.

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