Parece increíble que instituciones tan beneméritas como han sido las
universidades, estén contribuyendo -para cumplir con sus políticas de
financiamiento- a correrle el lazo en el cuello a nuestra clase media.
Una de mis crónicas pasadas la dediqué a informar como los bancos se
subieron por el chorro, ofreciendo créditos propios “super-estudios”,
mimetizándolos con el ahora desprestigiado Crédito con el Aval del
Estado (Cae) y los créditos Corfo.
Lo concreto es, cuando se supo que producto de las movilizaciones
estudiantiles ningún profesional endeudado, iba a pagar más allá de un
porcentaje de su sueldo. Que los créditos al cancelarlos no pagarían más
de un 2 % de interés. Los endeudados respiraron con el alivio de Muxol.
Hoy, la clase media decepcionada, canturrea… “señores que vergüenza,
que clavos fabricáis, el pueblo se da cuenta de cómo lo engañáis”.
Los créditos de los bancos para estudios superiores, siguen pagando las
tasas de un crédito de consumo. De pura vergüenza, la mayoría de las
instituciones bancarias, ha eliminado este año sus ofertones para educar
hijos. Los trípticos mostrando licenciados con togas, rodeados de
sonriente familiares, desaparecieron.
En esta “quitá de paraguas” a la clase media emergente y sufriente,
colaboran las universidades, los sagrados templos del saber, que siguen
subiendo los precios de las carreras, aumentando la distancia entre el
arancel real y el arancel de referencia. Los hasta ayer faros del
conocimiento, con comunidades rigurosas en fijar su filosofía, el
sistema las ha obligado a obtener plusvalía en su función de educar.
Elegante manera de eludir la palabra lucro. Si bien es cierto la clase
media por problemas de convencionalismo y arribismo es incapaz de
organizarse y gritar públicamente sus penas, lamiendo silenciosamente
sus heridas; es capaz de generar corrientes de opinión, como napas
subterráneas que socavan cualquier terreno. El titular del diario La
Segunda del sábado pasado es reflejo del estado infame, indigno al
enfrentar la clase media un nuevo drama: cómo financiar la brecha entre
lo que cubre el fisco y el arancel real de las carreras.
El noble concepto de autonomía, que siempre defendieron nuestras
universidades, hoy es utilizado para presionar a los futuros clientes,
elevando los aranceles a su acomodo y amaño, siendo incapaz el Estado de
intervenir en la avalancha de precios. Otra razón para pensar que la
universidad perdió su misión.
RAMON ARRIAGADA
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