SEGUNDA ÉPOCA

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lunes, 20 de mayo de 2013

El tren del presente

Hagamos la cuenta que en esta estación de trenes que es la vida nos subimos al tren del presente,  un tren alocado que corre a toda velocidad, que parece poder descarrillar en medio de la desaforada locura desordenada de los hechos en los que nos sumergimos.  El tren del presente avanza siempre a velocidades prohibidas, atraviesa las esquinas de las desgracias y las crisis con luz roja y ningún código del tránsito humano podría detenerlo.

Hay quienes se suben al tren del presente y aprovechan a bajarse en la estación del pasado impulsados y movidos por esa insoportable nostalgia de lo que fue, de lo que podría haber sido, de lo que pudo ser y no fue.  Cuantos pasajeros del tren del presente, se bajan en el pasado y se quedan estacionados en el tiempo que ya transcurrió y olvidan comprar un pasaje de regreso.

Otros, deseosos de permanecer en lo que tienen y en lo que creen que son, se quedan en la estación del presente y tratan de vivir el presente como si no hubiera porvenir, como si mañana fuera incierto.  Viven en la pequeña redondez cerrada del presente, porque le tienen miedo a lo que viene después y a salir del cascarón de lo cotidiano.

Pero están también los que cada mañana, van a la estación de trenes de la vida, y compran pasaje a lo que viene y se bajan en la estación del futuro. Se van al futuro sin olvidar el pasado y sin desconocer el presente. Viajan siempre en el insólito vagón de la imaginación, en el carro de la reflexión, de la audacia de la razón y abordan el futuro con confianza, con voluntad, con concencia lúcida, para intentar ver lo que vendrá y adelantarse a lo que otros todavía no ven.

Los que abordamos cada día el ferrocarril del presente en dirección del futuro, sabemos que el futuro es la mejor parte de nuestras vidas y lo más fascinante que nos queda por vivir.

Manuel Luis Rodríguez U.

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