Los dictadores -y sobre todo los dictadores latinoamericanos- tienen distintos apellidos pero tienen el mismo nombre. El nombre de la verguenza y de la megalomanía, el apego insoportable por la desmesura, pero también la soberbia de sentirse llamados por la divinidad para corregir el curso de la Historia en nombre de un catolicismo ultrareaccionario y conservador y del neoliberalismo extremo y delirante.
Supieron combinar la desproporción de la violencia, la muerte y la destrucción, con el robo de los recursos del Estado, con la corrupción de los civiles que le prestaron adhesión y sumisión.
Estos dictadores fueron funcionales al modelo neoliberal, a este capitalismo de crisis que los usó como garrote de hierro para tratar de dominar las ansias de libertad y de cambio de sus naciones y sus pueblos. Vano intento.
Videla en su última entrevista antes de morir: 'No era el dictador típico, modelo Pinochet' | Mundo | LA TERCERA
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