SEGUNDA ÉPOCA

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viernes, 3 de mayo de 2013

Esa "cultura de primarias" que no tenemos

En Chile no tenemos "cultura de primarias", basada en la simple pero potente premisa que las decisiones de las candidaturas a los cargos de elección popular deben radicarse en los ciudadanos y no en un grupo reducido de individuos dotados del poder de seleccionar y decidir.   Y no tenemos cultura de primarias en Chile, porque se ha acostumbrado, desde los tiempos de las peleas a balazos entre pipiolos y pelucones en los inicios de la República, que la decisión de quién será candidato la toman unos pocos privilegiados.

En los viejos tiempos de la Constitución de 1833, los candidatos al Senado y a la Cámara los decidían los dirigentes de los partidos Conservador y Liberal entremezclados con el Presidente de la República y su Ministro de Interior.   Una de las numerosas causas que desencadenaron la guerra civil de 1891 fue la tentativa del Presidente José Manuel Balmaceda de nombrar a su sucesor a la Presidencia en una convención partidista, tal como venía ocurriendo desde la Presidencia de Manuel Bulnes en 1840.  

Durante gran parte del siglo XIX, el Presidente de la República saliente actuaba de tal manera que prácticamente negociaba y designaba al que sería su sucesor con los propios partidos gobiernistas.

Con la Constitución de 1925 y con la Constitución pinochetista de 1980 la designación de candidatos pasó a radicarse en las directivas nacionales de los partidos políticos, respondiendo a una práctica que viene desde el siglo XIX. ¿Las candidaturas presidenciales de Pedro Aguirre Cerda en 1938, de Carlos Ibañez en 1952, de Jorge Alessandri en 1958, de Eduardo Frei en 1964 y de Salvador Allende en 1970 no fueron decididas acaso a partir de acuerdos cupulares de sus partidos y coaliciones?  
Habría resultado insólito pensar en primarias, en aquellas elecciones republicanas donde la ciudadanía concurría masivamente a votar, inspirada por el carisma de sus líderes y la contudencia de sus proyectos de país.

Hoy, cuando los tiempos parecen haber cambiado, la instauración de primarias (acaso pretendiendo copiar el modelo estadounidense), ha sido costosa, lenta y plagada de imperfecciones.  La Concertación es la primera coalición de partidos en hacer primarias presidenciales en Chile, hay que reconocerlo, pero al parecer la cultura de primarias -aun cuando permanece en algunos partidos- no logra alcanzar a todos los partidos y actores políticos, porque los hábitos, la cultura cívica, la tradición y la costumbre no se cambian de un día para otro.

Las primarias son un aprendizaje, son una experiencia ciudadana y cívica que ponen en tensión a los partidos políticos y sus militantes, que prueban en terreno la capacidad de movilización de los ciudadanos.

El reciente fracaso de las tratativas para concurrir a primarias parlamentarias en la oposición y en la UDI, demuestran una vez más que la cultura de primarias no alcanza a plasmar en toda la clase política y que sigue primando el interés grupal y los deseos de conservar algunas cuotas de poder y sobre todo, el temor a poner los cargos de representación en manos de los ciudadanos, en manos del pueblo, verdadero soberano en una democracia en serio.  Se trata de un retroceso en nuestra cultura cívica.

No se pregunten después porqué pudiéramos tener nuevamente una alta abstención ciudadana en las primarias del 30 de junio.

Manuel Luis Rodríguez U.

CoyunturaPolítica

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